Columnista: Kent Wilander Oré de la Cruz

Nélida Piñón y las confesiones de amor de una dama escolástica

Kent Wilander Oré de la Cruz

Magíster en Literatura (UNMSM)

Kentyo_5@hotmail.com

Leer, imaginar y escribir son experiencias inequívocas que se originan y desarrollan a partir del arte de vivir, pensar, amar y sufrir melancólicamente (como un Borges o un Lovecraft). Algo que hace creer, sin lugar a dudas, que los arquetipos sociales tuvieron siempre una raíz de individualidad, de ocaso egoísta y narcisista en el péndulo de las casualidades porque nacieron justamente en el yo sentimental y angustiado, rebelde y obstinado, depresivo y perverso. De allí que cada palabra aparecida en el papel de la conciencia o la dimensión de la gramática escrita, haya estimulado, a lo largo de la Historia y desde una torre de marfil, la reflexión ontológica del ser y la realidad metafísica por medio escenas teatrales de la comunicación humana, las pasiones eróticas, las conflagraciones políticas, la pérdida del ser amado, la decadencia de la fe, el fracaso positivista y la muerte. Escribir y pensar la escritura es, como pensaran hace muchos años el filósofo griego Plotino y el poeta renacentista-barroco John Milton, volver y reconquistar el paraíso perdido que alguna vez se conoció, se olió, se sintió. En suma, escribir es la ensoñación del viaje por la odisea del espíritu.

Desde esta perspectiva, la escritora Nélida Piñón en Una furtiva lágrima (Alfaguara, 2019) ha logrado confesar sus más recónditas experiencias frente a temas que han rodeado su escritura y dimensiones que han gobernado su espíritu sentimental. Amante de la vida, devota de los recuerdos familiares, reconciliadora de la historia cultural, la escritora brasileña de ascendencia gallega, con parsimonia y elegancia, asimismo, ha sabido interpretar la condición humana y logrado esclarecer su absurda constitución, pero siempre mostrando una tierna deferencia clerical ante los lóbregos pasillos del laberinto mítico en que se traduce el alma de los hombres y sus batallas simbólicas por conquistar el Olimpo, el cual guarda la ambrosía, metáfora que representa entre otras cosas, el sentido de la existencia.

Primer momento: la infancia de amor

En Una furtiva lágrima, Nélida Piñón cuenta que su infancia fue una relación abierta de comprensión, amistad y amor con sus abuelos y padres, a quienes amaba y respetaba desde lo más hondo de su ser. Rememora la escritora que, mientras la línea de sus abuelos le transmitía los conocimientos míticos de la tradición ancestral, sus padres estaban dedicados íntegramente a su formación artística e intelectual. Por eso, los teatros fueron su lugar predilecto, y la entrega permanente de libros, revistas y diarios, la hacían sentir la niña más aventurera del mundo. Por ello, y a través de cada apartado del texto confesionario, se puede comprobar que los recuerdos que cautivan el pensamiento de la escritora son de ternura, cariño y paz (reminiscencias de fraternidad que, por otra parte, supo volcar muy bien en sus mejores ficciones). Ergo, llegará el día en que deberá reencontrase con su pasado mítico en la tierras de Galicia, espacio de ideal para el cual ya se encontraba preparada a partir de las historias que se vertían en las sobremesas habituales de los domingos. No obstante, cabe resaltar que este símbolo de la familia, que teje muy bien la escritora, también deja entrever la relación con los otros (la humanidad), ofreciendo una representación antropológica y sociológica de la creación de los límites y la transgresión de la realidad, porque es el cosmos de un espacio vital al que finalmente se deberá superar y recrear desde una perspectiva ecléctica y moderna. ¿Pero de qué modo? Por medio de la más obscura creación humana, el lenguaje, la lengua, elemento de reconciliación entre el viejo mundo gnoseológico del saber lógico cartesiano y una América ancestral ensimismada en las leyendas y lo real maravilloso de sus fábulas, relatos, ceremonias, diálogos y aventuras épicas.

Segundo momento: la pasión por la literatura

El arte nace de la experiencia personal de percepción del universo. Según G. Steiner, la comprensión estética, es la conciencia y la hermenéutica de la gramática de la creación. De este modo, existir para la literatura, comprende la dialéctica narradora, es ser literatura en sí mismo, es el vivir en las codificaciones verbales de lo imaginado y estructurado simbólicamente, acaso como tal vez lo imaginó, también, mientras borroneaba sus papeles y anotaciones, el propio Julio Verne en aquella fría habitación de trabajo. Por esta razón, y con total impunidad escolástica, Piñón hace del arte de la ficción su más importante fuerza y esencia, potencia y sentido, siendo capaz de unificar (no utópicamente) los discursos textuales del conocimiento humano a través de los siglos con bastante sutileza e ingenio: un Homero no es distinto a un Carlos V o al mismísimo apóstol Pablo a la hora de declarar los principios que ordena la providencia o cuando debe menguar (caer en términos lacanianos) en la lejanía del olvido. En su defensa, la voluntad de su escritura logra esgrimir ideas estéticas heréticas a toda sacra pedagogía, cuando advierte, por ejemplo, que la tragedia de la literatura radica en su propia libertad de florecer en el mal, en la perversión, en lo obscuro y decadente, por la sencilla razón de que “el arte no peca”, porque es libre ante cualquier dogma o normativa al momento de crear la vida, eximiéndolo, por lo tanto, de todo delito o pecado. De ahí la fidelidad genuina a los fundamentos de la creación artística que interpreta al arte de la narración como una prueba de amor y confesión de la intimidad, sincera y honesta.  

Tercer momento: la condición humana y Dios

Otro tema que destaca Una furtiva lágrima es la condición humana, aquella realidad que, según Nélida Piñón, representa al hombre como creador de su propio destino, escultor de su propio ser, testigo abominable de los otros y predicador de la gracia y condenación divinas. En ella (la realidad real), se reconoce que el escritor (y la escritora) está inmerso como agente activo, prisionero subyugado, y, por lo cual, se le invita y exhorta a la reflexión incisiva, a través de su escritura libertaria, sobre lo efímero de las cosas y el pensamiento, la banalidad de la existencia y el más allá de lo pitagórico, la corrupción política y social, la indolencia y el cinismo de las culturas modernas. Cada línea de composición verbal está en sintonía y se convierte en una transgresión de la cultura, una crítica acérrima sobre los conocimientos y el saber. En este sentido, la autora brasileña es una exégeta que guarda en el corazón las virtudes de un cristianismo virtuoso, épico y liberal. Por otro lado, la narradora revalora, desde la substancia primigenia natural, aquella figura de la mujer como agente civilizatorio y artístico de la humanidad que, desde tiempos bíblicos hasta el período contemporáneo, ha sabido conllevar su vocación como figura de amor y orden, con la autonomía y desarrollo individual de sus deseos y obsesiones íntimas. Por esta razón, interpreta a la mujer como una fuerza de creación redentora así como también un símbolo de libertad perpetua.  

Una furtiva lágrima de Nélida Piñón es un diario de confesiones y un testimonio de amor, una mirada nostálgica y escolástica a través de los tiempos y la imaginación de las personas. Así, esta obra se convierte en aquella retahíla de recuerdos fulgurantes que transcurren etéreamente como el tiempo de Heráclito, en medio de una expresión epicúrea de placer y lujuria dantesca en agradecimiento por lo vivido y compartido.

Bibliografía: Piñón, Nélida (2019). Una furtiva lágrima. Madrid: Editorial Alfaguara.


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